El pasado 19 de julio, el cohete Falcon 9 de SpaceX, propiedad del magnate Elon Musk, despegó de la Base de la Fuerza Espacial Vandenberg, California, generando un inusual y sorprendente avistamiento visible a cientos de kilómetros de distancia. Durante su ascenso, el artefacto espacial dejó a su paso una estela de color rojo en el cielo nocturno, un fenómeno que algunos observadores describieron como «cielo rojo» o «cielo de sangre». Los científicos explicaron que este acontecimiento se debió a «graves perturbaciones ionosféricas».
El objetivo del lanzamiento era colocar en órbita 15 satélites, sin embargo, el cohete Falcon 9 provocó un inesperado agujero en la atmósfera de la Tierra durante su trayectoria. Los aficionados al avistamiento de fenómenos celestiales pudieron fotografiar el impresionante espectáculo durante 20 minutos cerca de los Campos Volcánicos de San Francisco. La NASA explicó que la inusual luz brillante y de color rojo fluorescente se debió al paso del cohete a través de la ionosfera, una capa de la atmósfera terrestre donde los átomos de un compuesto se cargan eléctricamente, un proceso conocido como ionización.
Según el físico de la Universidad de Boston, Jeffrey Baumgardner, la quema de combustible del cohete Falcon 9 provocó la combinación de dióxido de carbono y vapor de agua, lo que llevó a los átomos de oxígeno a recombinarse y formar nuevas moléculas de oxígeno, generando así el inusual fenómeno del «cielo rojo». Aunque algunos equipararon este acontecimiento con una aurora, la NASA aclaró que las auroras se producen cuando la radiación solar calienta los gases en la atmósfera y no mediante la recombinación de átomos como en este caso.
Este no es el primer incidente de este tipo provocado por un cohete de SpaceX. En agosto de 2017, un cohete de la misma compañía generó un agujero cuatro veces mayor en la ionosfera de California. Otro evento similar ocurrió en junio de 2022, cuando otro lanzamiento de SpaceX «quebró» la ionosfera, tiñendo el cielo de rojo desde Nueva York hasta Carolina del Norte. Estos inusuales sucesos han despertado la curiosidad y el asombro de los aficionados a los avistamientos celestiales, mientras los científicos continúan estudiando las implicaciones de tales perturbaciones en la ionosfera.